La palabra “amigo” es una entre tantas que se está desvalorizando
últimamente. ¿A qué llamamos ‘amigo realmente? ¿A alguien con quien me veo
seguido? ¿Alguien con quien suelo conversar de muchas cosas? ¿Aquella persona
que veo todos los días y río con ella? O más bien… ¿Confío en esa persona?
¿Sabe las cosas que me pasan, y yo las que le pasan? ¿Está conmigo en las
buenas, y en las malas también?
Yo me baso en muchas preguntas para definir quienes son realmente mis amigos.
Las últimas son algunas de ellas. No puedo llamar amigo a alguien que sólo ríe
conmigo pero cuando lloro no está presente. Tampoco a quien viéndome mal no me
pregunta qué me sucede, o no me dice que si lo necesito lo puedo llamar cuando
quisiera. Esas personas no son amigos. No buscan ayudarte, no buscan interés en
lo que te pasa, no te escuchan si necesitas hablar con alguien. ¿Amigos? ¿De
verdad? Hay quienes podrían pasarte por encima si les fuera necesario para
salir beneficiados ellos. Un amigo de verdad arriesgaría lo que sea para verte
bien a vos y no bien a él mismo. Te pone
en primer lugar, él en segundo. Te escucha cuando estás mal. Nota que estás
extraño y se muere por saber por qué. Sabe que si estás desconectado de las
redes sociales algo te sucede, o estás
muy ocupado y cansado. Que cuando vos no lo llamas, te llama él para saber si
está todo bien, si tu vida está bien.
Simples ejemplos para determinar quiénes son tus amigos realmente. No llamemos ‘amigo’
a alguien que acabamos de conocer. La confianza se gana con tiempo, y la
amistad es el paso siguiente. Nunca podríamos dudar de un amigo. Además no
podemos tener más de cinco. No se cuentan con los dedos de dos manos, sino de
una. Y es triste, quizás, pero lo que es mejor es que los tienes.
Valora lo que tienes y no lo dejes ir.